LA ÉPOCA DEL ORATORIO
(1837)
Un paraje nombrado los dos ríos. Varios documentos de principios del siglo XIX llaman de esta forma a un barrio josefino entre el María Aguilar y el Tiribí (1). Estos dos ríos y tres calles públicas --una que sube hacia San Antonio, otra que va para los Desamparados y una de los Madrigales (2)-- nos dan un esbozo de ese lugar situado a cuatro kilómetros del casco de San José.
Dentro de estos límites se desarrollaba una vida de comunidad desde mediados del siglo XVIII, sino antes. De ello da cuenta un litigio entre los vecinos del Valle de Aserrí y los pueblos originarios de Curridabat por unas tierras donde hoy se ubican San Francisco de Dos Ríos y Zapote; los de Aserrí alegaban ser de los primeros pobladores y descubridores de estos territorios (3). Súmese a esto una contribución de 266 reales que hizo el vecindario en 1801 para establecer un cuartel en la Calle Real de San José (4).
Es probable que en 1837 el paraje nombrado los dos ríos contara con un oratorio (5). La difusión del cultivo del café a partir de 1830 pudo haber hecho de ese un momento propicio para pensar en una edificación comunal. Quizás algunos vecinos se vieron con unos reales de más que los motivaron a impulsar esta empresa.
Es probable también que, a raíz de la instauración de esa ermita aproximadamente en 1837, el barrio adoptara el nombre de su patrono. En un documento de 1838, aparece registrado por vez primera San Francisco de Dos Ríos (6). Sin embargo, esta denominación --lo mismo que sus variantes San Francisco Dos Ríos (7), sin la preposición, y San Francisco de los Dos Ríos (8), con preposición y artículo-- coexistirá todavía durante muchos años con la anterior: solo Dos Ríos o los Dos Ríos (9).
Le invito a hacer un recorrido por esta comunidad, atravesando algunas de las haciendas, fincas, potreros, cercos y solares que existían alrededor de 1837. Nuestros mapas consisten en documentos históricos relacionados con trámites testamentarios y de compraventa de fincas de café en un periodo que, producto de la capitalización del agro, verá un incremento de transacciones comerciales: entre 1834 y 1850 al menos diez fincas de los Dos Ríos cambiaron de dueño (10). Documentos parroquiales y datos genealógicos nos ayudarán a complementar este paseo con informaciones acerca de la participación de algunos personajes y familias durante la segunda mitad del siglo XIX y el transcurso del siglo XX, en una especie de prolepsis o anticipación de acontecimientos.
La siguiente imagen, del renombrado fotógrafo Manuel Gómez Miralles, corresponde a una calle en el San Francisco de los Dos Ríos de 1922. Si le asombra la diferencia con el paisaje actual, ¡imagine cómo pudo haber sido en 1837!
Para nuestra caminata, nos basaremos en estos cinco puntos de referencia: al oeste, la calle para los Desamparados, que marca el límite actual con el distrito de San Sebastián; la denominada calle que sube para San Antonio, que corresponde a la principal de los Dos Ríos; la calle de los Madrigales, en el límite este, con el cantón de Curridabat; y, por supuesto, los ríos María Aguilar, por el norte, y Tiribí, por el sur, que señalan los linderos con Zapote y Desamparados, respectivamente. El mapa del distrito, de 2013, nos da una idea gráfica de estos límites:
Fuente: Municipalidad de San José, Dirección de Planificación y Observación, Observatorio Municipal. Ficha de información distrital. Distrito San Francisco. La Municipalidad, 2013, p. 12.
Propiedad de Braulio Carrillo
Empecemos por la calle para los Desamparados, al oeste. Cerca de ese punto y hacia el María Aguilar, se ubica una posesión de nopal, caña, plátano y café, con una casa de teja. Le pertenece a Braulio Carrillo (11). Aprovechemos la mención a Carrillo, en ese entonces jefe supremo del Estado costarricense, para aclarar que personajes de la élite político-económica del país tenían propiedades en los suburbios de San José y en otras partes del Valle Central, lo que no significa que vivieran en ellas. Algunos de los nombres que aparecen en esta reseña corresponden a habitantes de la ciudad de San José, no del barrio de los Dos Ríos.
En los alrededores de la posesión de Braulio Carrillo, están los cercos de José Bermúdez y Cayetano Bermúdez (12). Recordemos que la palabra cerco se emplea, en el español de Costa Rica, para referirse a un terreno cercado, contiguo a la casa campesina o en la parte posterior de esta, en el cual se sembraban plátanos, chayoteras, café y uno que otro árbol frutal (13).
Hacienda Bella-vista
Colindante en ciertos puntos con esta calle para los Desamparados, pero del lado del Tiribí, está la hacienda Bella-vista, de José María Mora. Consta de 25 manzanas de terreno distribuidas entre la hacienda principal, compuesta por unos 30 000 pies de café, algunas áreas frutales, dos potreros, un patio de beneficio y habitaciones (14). Se trata de una típica hacienda cafetalera, por su mayor extensión, con un plantío considerable y construcciones tales como la casa y el patio de beneficiar.
En las inmediaciones de la Bella-vista, está un cerco de Andrea y María Cascante (15). También hay un solar perteneciente a Salomé Jiménez que está sembrado de un tipo de pasto conocido como gamalote (16). Otra propiedad, de José Antonio Campos, consiste en una casa de teja y madera labrada, con un trapiche, dos potrerillos divididos, un cerco de milpear y otro de cañaveral (17).
Hacienda de Rafael Barroeta
Esa misma calle para los Desamparados sirve de límite, por el sur y el oeste, a la hacienda de Rafael Barroeta: casa, trapiche, caña, cafetal y potrero (18). Aunque esta época marca el inicio del auge cafetalero, este producto todavía coexistía con sembradíos de caña de azúcar, maíz y pasto, como se observa en esta y otras propiedades de nuestro paseo.
En las inmediaciones de la hacienda de Barroeta, se localiza un cafetal que había sido de Josefa Boniche, esposa de Demetrio Méndez, agricultor y vecino de la aldea de los Desamparados; se compone de dos manzanas de terreno con unos 3000 pies (19). También está un potrero de Pasión Valverde (20), una propiedad de Manuel Antonio Bonilla (21) y otra de Antolino y Juana Prado (22).
A propósito de los Prado
Es probable que la propiedad de los Prado terminara siendo punto de referencia del barrio; algunos francisqueños nacidos a principios del siglo XX solían llamar cuesta de Prado a la pendiente que va del actual Parque Méndez hacia Faro del Caribe. Aprovechemos que hemos hecho un alto en este apellido para rescatar que en 1837 tiene seis años Justo del Carmen Prado Romero (23), quien dará su vida, junto con otros tres soldados de los Dos Ríos, en la Campaña Nacional de 1856 y recibirá sepultura en la hacienda de Santa Rosa (24).
Dos haciendas de Domingo Carranza
Antes de finalizar este trayecto por el lado del Tiribí, está una propiedad de Domingo Carranza, en las inmediaciones de la hacienda de Barroeta y la propiedad de los Prado (25). Posee 26 y media manzanas y se ubica entre la calle que sube de los Dos Ríos para San Antonio al norte y el río Tiribí al sur (26).
También le pertenece a Domingo Carranza una hacienda con unos 8000 pies de café, casa, cocina y patios para beneficiar el grano, que antes había sido de Juan Rafael Mora (27). De esta forma, dirigiremos nuestros pasos hacia el norte del barrio, del lado del María Aguilar, y llegaremos al centro de los Dos Ríos, porque son vecinos de Carranza los Guerrero, los Mora y los Romero, tres de las familias que vamos a encontrar a lo largo de los registros que dan cuenta de la vida comunal, documentada alrededor de las actividades religiosas.
Los Guerrero
Esta propiedad es muy significativa en nuestro recorrido, pues se halla junto al oratorio (28). Ahí viven Juan Guerrero y su esposa María Trejos. De sus trece hijos sobreviven cinco: María de los Ángeles, Félix, Antonia, Higinia Josefa y Seferina (29).
Acaso la vecindad con la ermita haya despertado en esta familia una preocupación especial acerca del cuidado de aquel pequeño recinto que vendría a congregar a los vecinos del barrio. Ya entrado el siglo XX, encontraremos a María Benancia Guerrero Mora (1852-1940), hija de Félix Guerrero y Santos Mora y, por lo tanto, nieta de Juan Guerrero y María Trejos. Ella y su hija, Silvia Muñoz Guerrero (30), velarán por el ornato de la ermita, tocarán las campanas y atenderán a los sacerdotes que llegan a oficiar misa. El esposo de Silvia, Joaquín Abarca, tendrá un daliar detrás del templo, con cuyas flores preparará arreglos para las misas de difuntos y para celebraciones como la del Corpus Christi (31). Años más tarde, en 1956, Silvia regalará un lote de su propiedad (322 metros cuadrados) para colaborar en la construcción del actual templo (32).
Los Mora
Cerca de los Guerrero viven Antonio Mora y Catalina Céspedes. Tienen nueve hijos: Juan Francisco, Antonia, Vicenta, Juan, Ubaldo, María, María de los Ángeles, Anastasia y Ramona (33). Los descendientes de esta familia también participarán en las actividades religiosas del barrio. Un nieto de Antonio y Catalina (34), Julián Mora Reyes, será el primer mayordomo de la ermita (35) y ejercerá esa función a lo largo de casi 30 años; su casa constituirá un punto de encuentro para el vecindario en su interés de organizarse (36); en 1898, el obispo Bernardo Augusto Thiel, en su visita pastoral al barrio, se apeará de su caballo en la casa de los Mora para entrar a la iglesia, en medio del repique de campanas y el reventar de la pólvora (37).
Los Romero
Junto a la hacienda de Carranza, hacia el este, se halla el potrero de Calixto Romero y Josefa Isidora Guerrero, quienes tienen cuatro hijos. Este apellido lo encontraremos con frecuencia en los libros parroquiales a través de Juan Romero Alpízar, quien ocupará el cargo de mayordomo del templo en 1916 (38), de ese cuya primera piedra se había colocado en 1915. Su madre, Eduarda Alpízar, y su hermana, Eloísa Romero, participarán en la compra de reclinatorios mediante contribuciones personales y organizando rifas para esa edificación. Pero ahí no acaban las contribuciones de esta familia: en 1967, Gabina Ureña, esposa de Juan Romero, donará un lote con el objeto de que su venta contribuya a financiar la construcción del templo actual (39). La presencia de esta familia se ve reflejada en sus descendientes, todavía vecinos de los Dos Ríos, y en la denominación de una calle con su apellido, la Calle Romero.
Los Madrigal
Vamos llegando al término de la caminata, en la calle de los Madrigales. Ahí se encuentran varias propiedades de un hijo de Josef Manuel Madrigal Basquez llamado Sebastián. Él está casado desde 1826 con Vicenta Mora (40), hija de Antonio Mora y Catalina Céspedes. Entre sus haberes está un terreno de más de diez manzanas, con una pequeña parte sembrada de café y una calle privada, lo mismo que otros cercos y cafetales.
Lindante con alguna de sus propiedades está un terreno de José María Castro, quien es dueño además de otros cercos, cafetales y potreros en esa misma área (41). Ildefonso Carrillo posee un cafetal y potrero del lado del María Aguilar que también limita con la calle de los Madrigales.
Como dato relevante, la calle que va desde el centro de Curridabat, pasando por el actual Barrio San José, hasta llegar al límite con San Francisco lleva el nombre de Adolfo Madrigal (1863-1952), cuyo bisabuelo, Joseph Lorenzo Madrigal Basquez era hermano del padre del Sebastián Madrigal a cuyos terrenos nos referimos aquí.
Sobre la consideración de las propiedades de Sebastián Madrigal como parte de los Dos Ríos, debemos recordar que en aquella época la división político-administrativa (también la eclesiástica) no estaba definida como en la actualidad. En 1825 Curridabat había sido integrado al Departamento de San José y en 1841 se lo considerará uno de los barrios de San José, con cinco divisiones administrativas, una de las cuales era San Francisco de Dos Ríos (43).
En este recorrido se nos ha quedado por fuera mucha gente. ¡Imagínese que, producto de la peste del cólera, las muertes en el barrio de los Dos Ríos ascendieron a 171 entre el 8 de mayo y el 15 de julio de 1856 (44)! Esa gente que no suele aparecer en los documentos políticos o comerciales importantes. Esa cuyas casas no quedan para el recuerdo. Pero que estuvieron ahí, sufrieron y soñaron sus vidas en un barrio de los Dos Ríos muy distinto al que conocemos hoy. Florencia, Casilda, Domingo, Venancio, Telésforo, Josefa, Ildefonso, Rosario, Nicolasa, Tomasa, Basilio, Ascensión, Prudencia, Longino, Narciso, Policarpo, Teódulo, Mauricia, Eulalia, Gordiana, Trinidad, Siriaco, Pascual, Bartolo, Justo, Candelaria...