TODO EMPEZÓ CON LAS VENTANAS
La pintura se ensucia, aquel fusible se quema, un canal cuelga del tejado. Algunos avisos de deterioro aparecen de forma continua. Aunque incómodos, sus efectos se pueden paliar con uno que otro remiendo y el auxilio del albañil. Pero no has sabido nada de molestias hasta que llega la discontinuidad. Esa es alarmante.
Todo empezó con las ventanas. En los tiempos mejores, en los que una repara siempre tarde, se colaba a través de ellas el paisaje de barrio capitalino. También trazos verticales, llanos, diagonales y arqueados que traían consigo otros mundos. Mucho dependía de esos cristales, pues su capacidad de dejar pasar la luz hacía posible mi placer y subsistencia.
Primero fue una telaraña; no hubo escoba que pudiera con ella. Al poco tiempo, sombras casi imperceptibles atravesaban el marco llevándome a pensar que veía gente muerta. Unos días más y el extrañamiento sutil devino en película gore: hilos de sangre corrían por los vidrios. ¿Les he contado que nadie más podía verlos? Como suele ocurrir cuando las situaciones nos desbordan, les apliqué un tratamiento profundo de agua, sales minerales, hormonas y proteínas, pero de nada sirvió.
El auxilio del albañil se mostraba ahora insuficiente. Dudé entre un exorcismo y la consulta a un experto en ciencias profanas. La antigüedad del inmueble vino a ser la única explicación para estos fenómenos que les he confiado. Trescientos veinticuatro disparos de luz contuvieron la decadencia, mas no el desconcierto.
Hoy los cristales exhiben ocasionalmente destellos luminosos, como los que percibía la Sibila del Rin. Un parche opaco y algunas formas de espermatozoides y moscas que flotan intentando escapar se las dan de graciosos y juegan con mi paciencia. A veces las moscas simulan ser comas y no sé si una tilde está allí o solo me la imagino; si el trazo tiene una serifa o se trata de un resto de la sangre que verdaderamente existió.
Desgarro de retina sin desprendimiento con hemorragia del vítreo, diagnosticó el experto. Yo le digo primer aviso serio de mi "avanzada juventud", a lo Gioconda Belli, de que los cimientos de esta casa ya no son los mismos. ¿Será que también el alma, esa que sabe más que nadie de claridades y de noches oscuras, va tomando otros rumbos?