CURRY AL FUEGO
Un espíritu dispuesto a la plenitud ve más allá de lo aparente, hasta en hechos que no son significativos para otros. Cuenta la leyenda que Therika aprendió en la cocina la lección sobre la impermanencia. Al ver cómo una gran llamarada consumía totalmente el curry, comprendió que todas las cosas son transitorias, que están sujetas al cambio. Entonces su devoción aumentó y su marido le dio permiso para que se hiciera monja y alcanzara "la suprema calma", "la serenidad que nunca se evapora".
Con esta imagen del curry que se disipa, empieza la presentación de poemas que recopila una obra llamada Therigatha y que Jesús Aguado tradujo al español para la Editorial Kairós. Hay quienes afirman que se trata de la primera antología de textos escritos por mujeres. Pertenecen a sabias que tomaron parte en los inicios de la tradición budista; pensemos en un lapso entre los siglos V y IV antes de la era común. Inicialmente se transmitieron de forma oral, para luego ingresar al canon escrito en pali, uno de los dialectos del sánscrito del norte de la India.
Son poemas que hablan de la iluminación, que significa liberarse de las ataduras del yo, de los sentidos y de nuevos nacimientos. Lo hacen con imágenes sencillas, de la vida cotidiana, característica que comparten con otras composiciones espirituales de la Antigüedad. Tenemos el ejemplo de oraciones egipcias donde, para dirigirse a sus dioses, el hablante recurre a experiencias habituales de esos pueblos dedicados al pastoreo y la agricultura aludiendo al rebaño, el campo y la vida en su expresión más básica ("Da el soplo a lo que está en el huevo").
"Un cuerpo quebradizo, / eso es lo que tenemos" (Abhaya)
Como lo descubrió Therika, no hace falta irse lejos para captar la mudanza de todas las cosas. La mejor evidencia está ante nuestros ojos. Con el paso de los años, el cuerpo va volviéndose más frágil y pierde su belleza. Ambapali, otra de las mujeres cuyos poemas recoge Therigatha, describe los cambios físicos que ha visto en sí misma con unas imágenes tomadas de la naturaleza, como la de su pelo, antes "rizado y del color de las abejas negras", hoy "parecido al yute". Dhamma aprendió la lección sobre la impermanencia cuando, pese a ir apoyada en un bastón, fue a dar contra el suelo. Contrario a lo que podríamos suponer, la fragilidad que se les revela no es motivo de angustia para ellas, sino causa de liberación: el cuerpo es fuente de apegos y engendra, como anota Abhaya, "felicidades infelices".
"Aprovecha las oportunidades, / ahora que las tienes, / de cultivar tu luz más verdadera" (Otra Tissa)
Que la vida es breve y no se puede desperdiciar es otro tópico de la obra. Estas ancianas reflexionan sobre el poco tiempo de que disponen para conocer lo importante. Sus pasos no las guían hacia el hedonismo, como suele resonar esa evidencia en personas jóvenes, sino a buscar la iluminación.
A propósito de la vejez, Boris Cyrulnik se ha referido a la búsqueda de lo espiritual en esa etapa de la vida. Este estudioso del papel de los vínculos en el desarrollo humano la cataloga como el último periodo sensible de los apegos. La constelación afectiva de la persona se empobrece por una pérdida de relaciones, muchas veces debida a la muerte de seres cercanos. Entonces la idea de Dios aparece, o reaparece según sea el caso, en la vida de la gente y le permite superar la angustia de separación.
En los textos de las sabias budistas, también se manifiesta la pérdida: "Antes era una viuda / sin hijos, sin amigos, sin familia", dice Chanda. Pero en esta espiritualidad sin dios, los vínculos no ocupan un lugar central: "No hay nada que supere a la felicidad que proporciona el desapego absoluto" son las palabras de Sumedha, a quien sus padres habían comprometido con un rajá y prefirió la vida retirada.
"Enseñar a mi mente / salvaje a obedecerme" (Dantika)
Sin un cuerpo de que presumir y habiendo perdido a esos seres que despiertan los afectos, ¿qué le puede quedar a la persona? Tal vez los pensamientos, que revolotean sin parar. Tal vez cierto sentido del ego, esa instancia que construimos y alimentamos merced al levantamiento de barreras que nos separan del otro y de la totalidad del universo.
La mente es, en estos poemas, un lugar oscuro y semejante a un "pura sangre inquieto" que debe domarse. No solo por los múltiples pensamientos que la asaltan a cada instante y con los cuales nos identificamos, creyendo ser eso que pensamos que somos. Trasladémonos al momento actual: ese caballo salvaje va de un lado a otro en respuesta a los estímulos que pugnan por captar nuestra atención para vendernos objetos, ideas, experiencias, relaciones y hasta modos de vida. Además, los egos se han exacerbado, pues las redes sociales generan un culto a la individualidad y a la marca personal (así lo plantea Jenny Odell en ¿Cómo no hacer nada?); se espera que pongamos un reflector sobre nosotros (gustos, intereses, aversiones, preferencias, ni la vida privada escapa a ello) y nos presentemos como si fuéramos un bloque, sin fisuras, ajeno a los cambios, que nos haga predecibles a los algoritmos.
Las autoras de Therigatha han recibido enseñanzas de Buda para dominar el flujo incesante de los pensamientos. Mediante prácticas yóguicas que incluyen la meditación, alcanzaron a diluir la oscuridad mental. La fórmula aquí es también la del desapego, como dice Uttara: "En un lugar tranquilo me he sentado. / No apegarme a mi mente he conseguido". Cuando su padre le preguntó a Rohini por qué le atraían tanto los ascetas, ella respondió que "nunca pierden el control de sí mismos".
Dos apasionados del budismo y la neurociencia ofrecen evidencia empírica sobre este tema. Daniel Goleman y Richard Davidson explican, en Los beneficios de la meditación, que una práctica constante tiene efectos en lo orgánico. Produce que dos zonas del cerebro, la corteza prefrontal y la amígdala, estén más conectadas, de lo que se desprende que la reacción al estrés sea menor y también que, cuando haya emociones muy fuertes, la persona se recupere de ellas más rápido; en otras palabras, que se mantenga ecuánime. En una situación de peligro motivada por el intento de seducción de un hombre en la espesura de un bosque, Subha responde de esta forma: "Mi mente no se ve influenciada ni por los insultos ni por las alabanzas, ni por la felicidad ni por el sufrimiento. Mi mente, que sabe que todo no es más que apariencia, no se apega a nada".
"Ser mujer es algo difícil" (Kisagotami)
Ni los espacios donde se busca el nirvana escapan a los condicionamientos de género en un mundo de autoridad masculina. Ser mujer puede ser un problema cuando se pretende alcanzar la iluminación. Kisagotami nos ofrece un escenario donde ellas deben compartir el marido, arriesgan la vida en los partos y algunas se deprimen después de dar a luz, sin contar otras obligaciones sociales y cargas familiares que las agobian. La liberación de las ataduras del yo, de los sentidos y de nuevos nacimientos pasa, entonces, por romper las ataduras de la vida doméstica.
Cuenta la leyenda que la madre de Sumangala, cuyo nombre no se ha conservado, se liberó, como Therika, de la cocina y el mortero. Se eximió además del oficio de la cestería, que compartía con su esposo y tanto le desagradaba: "Libre también de la sombrilla bajo / la que trenzaba cestas de bambú / (recordarlo me da escalofríos)". Del oficio de tejer, que a lo largo de los siglos formó parte fundamental de ese espacio asignado a las mujeres, da cuenta la biografía de Nangsa Obum, otra monja budista que habitó en el Tibet central durante el siglo XI y cuya obra ha sido rescatada por Tsultrim Allione en Mujeres de sabiduría. Las imágenes asociadas a los oficios domésticos siguen siendo un recurso de que se valen estas tradiciones para expresar el anhelo por seguir otra vocación, la espiritual: "Si la urdimbre y el tejido / fuesen el gozo y la vacuidad, / ¡qué feliz me sentiría! // Si el hilo que estoy tejiendo / fuese el hilo de la meditación, / ¡qué feliz me sentiría!".
Lecturas recomendadas
Therigatha. Poemas budistas de mujeres sabias, versión y traducción de Jesús Aguado (Kairós, 2016).
Oraciones del Antiguo Oriente, del Equipo "Cahiers Evangile" (Verbo Divino, 1979).
De cuerpo y alma. Neuronas y afectos: la conquista del bienestar, de Boris Cyrulnik (Gedisa, 2007).
La gran transformación. El mundo en la época de Buda, Sócrates, Confucio y Jeremías, de Karen Armstrong (Paidós, 2007).
¿Cómo no hacer nada? Resistirse a la economía de la atención, de Jenny Odell (Ariel, 2021).
Los beneficios de la meditación. La ciencia demuestra cómo la meditación cambia la mente, el cerebro y el cuerpo, de Daniel Goleman y Richard Davidson (Kairós, 2017).
Mujeres de sabiduría, de Tsultrim Allione (La Liebre de Marzo, 1990).
Créditos de las imágenes
Mortero. Hannes Grobe (16 noviembre 2017). Mortar2 hg (fotografía). Recuperado de
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Mortar2_hg.jpg.
Licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 International.
Monja budista anciana. Autor desconocido (1865). Old Buddhist nun from the Convent in Ghoom, Darjeeling in 1865 (fotografía). Recuperado de
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Old_Buddhist_nun_from_the_Convent_in_Ghoom,_Darjeeling_in_1865.jpg. Dominio público.
Otra monja budista. Beelerb (11 octubre 2014). Vietnamese Buddhist Nun (fotografía). Recuperado de
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Vietnamese_Buddhist_Nun_JPG. Licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 International.