martes, 2 de febrero de 2021

 DONDE HABITA LA BELLEZA


¿Nunca ha imaginado las cosas diferentes de como son?

Maud Montgomery




Con excepción del ensayo, la literatura es creación de mundos. Toma ingredientes de la realidad y los mezcla con unos utensilios hechos de palabras para crear espacios y tiempos alternativos. Ilumina partes del mundo que vemos entonces desde un lugar distinto, no como algo natural, sino como otras formas en que podría materializarse aquello que dábamos por un hecho.

La literatura «subjuntiviza» la realidad. Así se refiere a esa característica el psicólogo Jerome Bruner y la ejemplifica con La cabaña del tío Tom. La novela de Harriet Beecher Stowe tuvo, según Bruner, el mismo poder para desencadenar la guerra civil estadounidense que los debates parlamentarios en torno a la esclavitud. Frente a los discursos que se asociaban con el poder y que insistían en defender el statu quo, esta obra presentó el dolor de la esclavitud en un contexto donde la bondad sale en su auxilio. La ficción invalida, en este caso, unas relaciones deshumanizantes que eran aceptadas en el marco social de cierta época, a la vez que legitima el derecho a una vida digna para toda persona, sea cual sea el color de su piel.

Avonlea, el universo imaginario a que me referiré en esta entrada, ilumina el mundo real con una sensibilidad particular. Fue creado por la canadiense Maud Montgomery en una serie de relatos que se inician con Anne of Green Gables a los cuales la autora dedicó buena parte de su vida (de 1908 a 1937) y que giran en torno a Ana Shirley, una niña huérfana que es adoptaba por Marilla y Matthew Cuthbert en la isla del Príncipe Eduardo. Se trata de esas obras que impactan además el mundo de la cultura popular con adaptaciones cinematográficas: la primera apareció en 1919, apenas once años después de publicado el primer tomo de la colección, y hoy vuelve a estar en la mira del público, debido al éxito de una serie en una plataforma de descarga continua.


Primera adaptación cinematográfica
de Anne of Green Gables.

¿Cómo se caracteriza ese mundo que crea la autora de Ana, la de Tejas Verdes? ¿Qué reacción produce su lectura? En junio de 2018, el Instituto Lucy Maud Montgomery organizó su ciclo de conferencias bienales. Allí coincidieron Catherine Sheldrick Ross, profesora de la University of Westen Ontario, y Åsa Warnqvist, de The Swedish Institute for Children Books, y se percataron de la semejanza entre los estudios que cada una había realizado con lectores asiduos de la obra de Montgomery en sus respectivos países; incluso el número de participantes era casi idéntico: 307 en el canadiense, 303 en el sueco. Escribieron entonces un artículo para comparar los resultados de ambas experiencias: los lectores de la obra de Montgomery que incluye otras heroínas como Emily o Valancy Stirling‒ dicen querer habitar en el mundo ficticio que ella crea, donde ocurren cambios producto de la bondad y el amor a la naturaleza; en una actitud de identificación, acuden a estos libros cuando atraviesan momentos difíciles en sus vidas, porque en ellos encuentran una experiencia emocional de esperanza.

Un sentimiento esperanzador atravesado por la nostalgia: esa es una posible reacción al leer Ana, la de Tejas Verdes. El tipo de relaciones y de vivencias en el mundo idealizado de Avonlea se nos aparece cada vez más lejano si lo comparamos con la fluidez en los vínculos, la individualización y los cambios vertiginosos a que nos estamos acostumbrando en el «moderno mundo líquido» de que habla Zygmunt Bauman.

«Es mejor ser Ana de Tejas Verdes que Ana de ninguna parte»

Contrario a la fragilidad de los lazos sociales de nuestra modernidad líquida, Avonlea presenta vínculos sólidos. Mediante estos se acuerpa a las personas más jóvenes, ofreciéndoles un espacio en la comunidad y modelos cercanos con que identificarse sin perder el contacto con su circunstancia.

Se trata de un espacio cerrado donde es evidente el control social. La casa de Rachel Lynde, por ejemplo, ocupa un sitio tan estratégico que toda persona que entre o salga de Avonlea, sea cual sea la ruta que tome, debe pasar frente a ella y quedar expuesta al escrutinio de la señora. Aunque los chismes y prejuicios abundan en esta comunidad (¿en cuál pueblo pequeño no?), hay un sincero acompañamiento hacia los más jóvenes, como si allí se consumara el proverbio africano que dice que para educar a un niño hace falta la tribu entera.

Conforta participar, desde la lectura, del proceso que atraviesa Ana Shirley hacia la aceptación. Antes de llegar a Tejas Verdes, la granja de los Cuthbert, la niña había sido acogida en algunas casas con la intención de que apoyara el trabajo doméstico; la visión idealizada del mundo que permea esta novela apenas deja tiempo para pensar en el lado oscuro asociado con los peligros a que pudo haber estado expuesta por su condición de orfandad. Pero la suerte le cambia cuando por error es entregada a Marilla y Matthew; sus condiciones personales mueven a los hermanos a aceptarla como parte de su familia y de allí pasa luego al espacio más amplio de la comunidad, en una experiencia de aprendizaje donde la niña va transformándose para adaptarse a las normas que le garantizan el reconocimiento social. Tan grande es su satisfacción en este sentido, que acepta incluso los deberes relacionados con la educación que le impone Marilla, la cual se opone a su naturaleza imaginativa y libre: «Prefiero ser Ana de Tejas verdes remendando que Ana de cualquier otro lugar sin más ocupación que jugar».

Sin más ocupación que jugar.


«¡He oído cosas tan excitantes sobre la nueva maestra!»

En oposición a la identidad que se va armando a partir de modelos descontextualizados, la vida social en Avonlea presenta referentes concretos y cercanos para las personas en formación.

Hasta hace poco la juventud contaba con modelos de un entorno familiar, conocido, con quienes se identificaba e iba construyendo su personalidad. Hoy estos lazos también se han diluido (la tribu, ese grupo originario, se ha ido difuminando) y en su lugar observamos referentes del mundo globalizado a los cuales se tiene acceso por medios de comunicación, juegos de video, redes sociales... Se trata de gente con valores y formas de vida distintas de las de la familia o grupo de procedencia de los jóvenes y a los cuales estos se adhieren sin que medie el pensamiento crítico, lo que puede acarrearles frustración y disconformidad con su propia situación de vida.

Avonlea nos recuerda aquellos tiempos no tan lejanos en que la gente del entorno inmediato era el punto de referencia para quienes iban moldeando sus vidas. Ana, quien sabe poco de sus padres biológicos, irá armando su personalidad a partir de algunas personas de su comunidad. Además de Marilla y Rachel Lynde, entra en contacto con la señorita Stacey, una maestra innovadora cuyos métodos educativos provocan el recelo de los grupos conservadores del pueblo; también se hace amiga de la señora Allen, esposa del pastor, y de Josephine Berry, una mujer acaudalada y citadina. Todas esas voces, que pertenecen a su ambiente cercano, le aportan distintas formas de ver la vida y de todas toma Ana un poquito para sentirse segura en el mundo que se le abre conforme va creciendo.

El efecto Ana

Ante las posiciones radicales, alimentadas por un deseo de semejanza y el consiguiente rechazo a lo diferente, esta novela de Maud Montgomery deja ver una permeabilidad ante el otro. El origen incierto de Ana provoca, en un inicio, el rechazo de una comunidad donde todos se conocen y comparten códigos de conducta estrictos. Sin embargo, no solo terminan aceptándola. Esa chiquilla locuaz, romántica y soñadora influye en otros personajes, cuya forma de ser cambia producto del entusiasmo y sentido de la belleza que ella transmite.

Los ejemplos más claros están en su propia familia. Observemos esta descripción de sentimientos de la contenida Marilla: «...la contemplaba con una ternura que solo a la suave luz del hogar se atrevía a aflorar. Expresar el amor abiertamente era una lección que Marilla jamás aprendería. Lo que sí había aprendido era a querer a esta delgada muchacha de ojos grises con un afecto tan profundo como no demostrado». También el texto nos ofrece pruebas del sorprendente cambio de Matthew: «Estoy segura de que la niña debe sentir la diferencia entre sus ropas y las de los demás. ¡Pero pensar que Matthew se haya dado cuenta! Ese hombre ha despertado después de dormir sesenta años».

Los lazos entre los habitantes de Avonlea son tas estrechos que se traducen en esas amigas del alma con que sueña Ana. Pero no se trata de personas cuyos puntos de vista y sentimientos parecidos las vuelven compatibles. El concepto de «amigas del alma» se concreta, más bien, en una relación como la que existe entre Marilla y Rachel Lynde, que es posible «a pesar o a causa de» las diferencias. Lejos quedan esas «amistades de bolsillo», que se sacan y guardan a conveniencia. Se trata, por el contrario, de un contacto profundo con algunas personas que se extiende a lo largo de la vida, sin importar las diferencias iniciales ni los cambios que puedan experimentar con el paso del tiempo, como sucede con Ana y Diana.



Lucy Maud Montgomery (1874-1942)

«Uno no puede estar triste mucho tiempo en un mundo tan interesante»

En contraste con la saturación de los sentidos que impide contemplar lo bello, en esta obra hay un claro aprecio por el espectáculo de la naturaleza, que deviene en actitud de agradecimiento ante lo cotidiano.

El mundo de las pantallas rige nuestras formas de comunicar y de imaginar. Propicia mensajes fragmentarios, inconexos y superficiales, a la vez que estimula desmedidamente los sentidos con todo tipo de imágenes, notificaciones y demás recursos que pugnan por ganar el bien más preciado en la actualidad, nuestra atención. Además, como señala Lamberto Maffei, las comunicaciones inmediatas y la «cercanía» virtual nos han hecho perder el encanto por el contacto con el otro y la capacidad de percibir lo nuevo con alegría.

El mundo de Avonlea se presenta ante nuestros ojos (cansados) y nuestra atención (dispersa) a través de la mirada de una niña que se asombra por los detalles del mundo cotidiano, principalmente de la naturaleza. Lo que a los demás parece obvio, a ella se le hace siempre nuevo, maravilloso. Observa la naturaleza con los ojos de la imaginación, que la lleva a usar el lenguaje de manera creativa; de ahí los nombres extraordinarios con que rebautiza aquellos elementos que llaman su atención.

Esa forma de apreciar lo que está a su alrededor hace que vea el mundo como un regalo. El asombro la lleva a trascender lo cotidiano y, al no dar el mundo por supuesto, vive en actitud de agradecer.

Finalizada la experiencia de alejamiento de nuestra modernidad tras el viaje a Avonlea, ¿valdría la pena rescatar algo de este para hacer más llevadero el presente? ¿Valdría la pena trasladar a nuestro mundo algo de la sensibilidad propia del universo creado por Maud Montgomery?


Lecturas recomendadas

La fábrica de historias. Derecho, literatura, vida, de Jerome Bruner (Fondo de Cultura Económica, 2003).

«Reading L. M. Montgomery: What Adult Swedish and Canadian Readers Told Us», de Catherine Sheldrick Ross y Åsa Warnqvist (en Journal of L. M. Montgomery Studies, University of Prince Edward Island, 2020).

Aprender a escribir con Jane Austen y Maud Montgomery, de Inger Envist. (Editorial Fragua, 2015).

Ana, la de Tejas Verdes, de Lucy Maud Montgomery (traducción de Maritza Izquierdo, Editorial Verbum, 2019).

Amor líquido, de Zygmunt Bauman (Fondo de Cultura Económica, 2012).

El arte de pensar. Cómo los grandes filósofos pueden estimular nuestro pensamiento crítico, de José Carlos Ruiz (Almuzara, 2020).

Elogio de la rebeldía, de Lamberto Maffei (Alianza, 2017).

Educar en el asombro. ¿Cómo educar en un mundo frenético e hiperexigente?, de Catherine L'Ecouyer (Plataforma Actual, 2012).

Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura, de Michèle Petit (Fondo de Cultura Económica, 1999).


Créditos de imágenes

Fotografía de entrada cortesía de Alberto Rojas (2020).

Primera adaptación cinematográfica de «Anne of Green Gables». Realart Pictures (1919). Anne of Green Gables (1919 film). Recuperado de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Anne_of_Green_Gables_(1919_film).jpg. Dominio público.

Sin más ocupación que jugar. L. M. Montgomery, M. A. y A. J. Claus (1908). Anne of Green Gables - pg 257a. Recuperado de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Anne_of_Green_Gables_-_pg257a.jpg. Dominio público.

Lucy Maud Montgomery (1874-1942). Photographer unattributed (1919). Recuperado de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Page088_CanadianSingersAndTheirSongs_MacDonaldLucyMaud.jpg?uselang=es. Dominio público.


   



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