domingo, 23 de julio de 2023

UNA DAMA GROTESCA EN LA CORTE HEIAN


Genji Monogatari o la Novela de Genji es una obra cumbre de la literatura clásica japonesa. Data de la era Heian, denominada así por el traslado de la capital a Heian-kyo, Kioto en la actualidad. También se conoce como el Periodo de la Paz, que duró casi cuatro siglos: del VIII al XII o, más puntualmente, del año 794 a 1185. En ese lapso la familia Fujiwara dominó el panorama político, antes de que llegaran al poder los samuráis.

Esta obra fue escrita a principios del siglo XI por una dama de la corte, Murasaki Shikibu. Se compone de 54 capítulos, divididos en dos partes. La primera narra el esplendor de Genji, un personaje de irresistible presencia física y dueño de los talentos más cotizados en el ámbito Heian no en balde se lo apoda el Príncipe Resplandeciente, sus aventuras con muchas mujeres de la nobleza y de otros grupos sociales, así como su ascenso en el escenario político. La segunda, en cambio, presenta el declive de ese mundo a través de las acciones de sus descendientes.

Decoro y sugerencia en la literatura aristocrática

Genji Monogatari corresponde a una literatura aristocrática inspirada en el concepto de miyabi, que alude a una estética del decoro y la sugerencia. En la corte Heian, los gestos de los amantes debían ser comedidos: las relaciones sexuales tenían que presentarse con elegancia y la desnudez era objeto de rechazo. A este pudor se asocian la insinuación y la ambigüedad; nada es directo ni claro en sus formas, todo está envuelto en un aire de sofisticación que disfraza las intenciones verdaderas.


Abanico, de Taiso Yoshitoshi (1839-2892)


Tal cuidado justifica que esta obra, aunque gira en torno a las relaciones amorosas de Genji y otros miembros de la nobleza, no presente escenas explícitamente eróticas, sino que se refiera a ellas de manera delicada. Así lo plantea Luisa Nana Yoshida: «A literatura aristocrática producida por uma classe que vivía num mundo de luxo, de refinamiento, de negação do explícito, surge como a literatura do "sugerido", onde mostrar e dizer claramente torna-se proibido».

En una corte donde son pan de cada día las luchas por el poder y los enlaces matrimoniales que aseguran una posición favorable para un clan, no se censuran los juegos de seducción. Lo que no se permite es que se hagan públicos, que rompan con el decoro esperado y, peor aún, que impliquen a una dama cuya edad es «inapropiada», según la lógica textual, para esos trotes.

«A veces me turba pensar en la transitoriedad de las cosas...»

En la corte Heian, los asuntos relacionados con el poder afectaban a las personas desde la infancia. No es de extrañar, por lo tanto, que los personajes de la novela inicien su vida conyugal y pública también si se trata de varones a muy temprana edad. Esto sin contar con la premura de los nobles por colocar a sus hijos, y por ende a su propio clan, en una condición de ventaja mediante su alianza con otras familias poderosas. La situación se acentuaba en el caso del emperador, pues asumía el poder siendo niño y lo dejaba siendo adolescente o en los primeros años de la juventud, debido a la utilidad que el sistema de regencias les reportaba a los grupos poderosos.

Cuando el Genji Monogatari habla de vejez alude, entonces, a personas de cuarenta, cincuenta o más años. Es común que miembros de la aristocracia añoren, al haber alcanzado cierta edad, el retiro hacia una vida religiosa para alejarse de las preocupaciones mundanas, como lo hace el exemperador Suzaku. Parecida es la situación de las mujeres. Algunas viejas juegan un papel destacado en los intercambios políticos y las decisiones de emparejamiento; sin embargo, conforme el paso de los años les va restando protagonismo, deciden tomar los hábitos, en un gesto que responde a ese mundo de disimulo y evitación de todo aquello que no sea refinamiento y acceso a la vida lujosa y galante de la corte.


Monja anciana, de Katsushika Hokusai (1760-1849)


Las reflexiones sobre el paso del tiempo y la llegada de la vejez suelen hacerse dentro del marco de una estética del asombro (mono no aware). Esta responde a una sensibilidad propia de la clase noble que la lleva a percibir, con una «refinada tristeza» (Carlos Rubio), el carácter efímero de las cosas y los sentimientos bellos. Cuando un Genji de 49 años observa a Kaoru, el hijo habido dentro de su matrimonio con la Tercera Princesa aunque el verdadero padre es Kashiwagi, piensa: «Algún día será la ruina de un montón de princesas... ¡Y no le van a faltar a su alrededor! ¿Viviré para verlo crecer? Como dice el poema, aunque la primavera regresa todos los años trayendo flores nuevas, sólo estaremos aquí para verla mientras el hado lo permita...».

«Bajo las hojas otoñales»

Considerando ese marco de conducta de la ancianidad en la aristocracia Heian, es inquietante la presencia de Gen no Naishi en la corte imperial al servicio del emperador Kiritsubo, padre de Genji. Esta mujer aparece por primera vez en el capítulo 7, el cual se refiere a la celebración de un personaje de edad avanzada 40 o 50 años. Ella es bastante vieja para los códigos de la vida pública: alcanza los 57 o 58 años cuando Genji tiene apenas 19. Aunque cumple con los requisitos de una dama de la nobleza («de cuna impecable, ingeniosa, distinguida y muy respetada por todos»), se aleja de las normas de la corte por su conducta sexual: no busca el sosiego de la vida contemplativa en la vejez; por el contrario, es extremadamente coqueta y se entrega a los placeres de la carne. 

En un mundo amatorio que se precia de sutil, donde los afectos se comunican a través de estilizados trazos en finos papeles y acompañados muchas veces de algún adorno exquisito a los sentidos y acorde incluso con la estación del año, donde las doncellas no se pueden ver, pues permanecen detrás de mamparas, y la seducción es un juego en que los amantes proceden con astucia y cautela, el episodio que se narra en este capítulo es de índole grotesca, por la forma como se describe la vejez de Gen no Naishi y su coqueteo con dos jóvenes: el propio Genji y To no Chujo, cuñado de este y su compañero de aventuras.

«Nadie de su edad usaría ese abanico»

Aunque expresa un gusto refinado, Gen no Naishi no respeta los códigos de vestimenta de su edad. Una indumentaria de «color agresivo» y un abanico «profusamente decorado» contrastan con «la lánguida mirada de sus ojos hundidos y ojerosos como engastados en nidos de arrugas».



Ilustración del Genji Monogatari (siglo XIX)


Pese a no vestir de acuerdo con lo que se dispone para su edad y a llevar una vida disoluta, ella es consciente de que los años no han pasado en vano. El poema que lleva inscrito en su abanico lo demuestra: «Siempre que vengas, cortaré para tu magnífico corcel un festín de hierba fresca, aunque sólo sean hojas inferiores ahora que la mejor estación ha pasado». Aileen Gathen señala, en su artículo «Weird Ladies», que la aparición en un texto literario de una anciana tan agresiva sexualmente pudo haber entusiasmado al público de la era Heian.

«La mujer era de las que se alegran de que una aventura suya se conozca siempre que el amante lo merezca»

La vida licenciosa de Naishi tal vez sería un problema menor si se tratara con discreción, pero su conducta es de conocimiento público. Como le gusta alardear de sus conquistas, una aventura con el Príncipe Resplandeciente le caería como anillo al dedo.

Si bien es cierto la señora despierta la curiosidad del muchacho, él teme abandonar la discreción que se maneja en la corte y ser objeto, por ello, del escarnio público. En sus avances iniciales y para no dejar ningún rastro incriminatorio, Genji no se cartea con ella, le habla frente a frente, pero también teme que lo vean. La primera vez que rechaza a Gen no Naishi, ella responde con tanta aflicción que lo toma de la manga, dando pie a una escena inusual en la corte del disimulo. En el Genji Monogatari, estos exabruptos sólo ocurren en un marco de enfermedad o posesión por algún espíritu; así se explica, por ejemplo, la reacción airada de la esposa principal del general Higekuro, de arrojarle en la cabeza un recipiente lleno de cenizas, al enterarse de que el hombre va a tomar otra esposa.

Siempre en competencia con el Príncipe Resplandeciente, To no Chujo también comienza una aventura con Gen no Naishi. Con la intención de gastarle una broma a Genji, los descubre en el lecho, en un episodio que destaca la ridiculez del comportamiento de ella y la complicidad de los jóvenes.

«Ninguna mujer de posición respetable...»

La alusión, en el poema del abanico de Naishi, a los múltiples pájaros amantes que visitan su bosque tiene que ver con una práctica fuertemente censurada a las mujeres en otras partes de la obra. Cuando Yugiri, un hijo de Genji, corteja a la viuda de Kashiwagi, la madre le advierte a esta que «ninguna mujer de posición respetable puede entregarse decentemente a dos hombres». La Tercera Princesa, agobiada por el remordimiento, toma los hábitos después de haber sido seducida por Kashiwagi y de haber dado a luz al hijo de este, siendo como era esposa de Genji.


Mujer con pipa, de Utagawa Kuninao (1793-1854)


La vejez y el comportamiento sexual de Gen no Naishi ofrecen un contraste con otros personajes femeninos de la nobleza acentuando el recato y buen gusto de estos últimos (Aileen Gathen). Nótese la diferencia entre las comunicaciones de la anciana directas, osadas y el poema mediante el cual la dama de Asagao rechaza de nuevo a Genji, esta vez aludiendo a la edad de ella, que podía ser de unos 30 años: «Sí, el otoño ha pasado, y enmarañada en una valla envuelta por muchas brumas, la campánula palidece y se agosta como si apenas estuviera ahí». Una función semejante, de resaltar lo apropiadas que son las conductas de otras damas nobles, la cumplen Suetsumuhana y Omi, también personajes grotescos de la novela, la primera desde su gusto anticuado y la segunda por su rusticidad.

«Siempre me quejé...»

Gen no Naishi vuelve a aparecer en el capítulo 20, «Asagao» o «La campánula», cuyas acciones se ubican trece años después de lo sucedido en «Bajo las hojas otoñales». Quien fuera dama de cámara del emperador Kiritsubo es ahora una monja de 70 o 71 años y está al servicio de la Quinta Princesa. Es un capítulo de reencuentro motivado por el interés de Genji, de 32 años, de volver a cortejar a Asagao, quien se le había resistido en otra época. Por tal razón, lo atraviesan constantes alusiones al paso del tiempo, centradas en la figura del Príncipe Resplandeciente.

Una de estas alusiones explota el carácter idealizado del protagonista, objeto de admiración recatada por parte de una mujer mayor, como lo es la Quinta Princesa. Fiel a la caracterización que se ha hecho de él, esta dama concibe su sola presencia como un alivio para todos los males, hasta para la senectud: «Esta interminable vida mía podría durar incluso más si pudiera verte de vez en cuando. ¡Hoy me siento como si la vejez no existiera y todas las cuitas de este triste mundo hubieran desaparecido!».

La perspectiva de Genji, por su parte, está en la línea de la estética del asombro. Con estas palabras sublimes alude al efecto emocional que el paso del tiempo provoca en su espíritu: «¡Ah, la vida! ¡Y yo aún me aferro a este alojamiento provisional y doy mi corazón a la belleza de las plantas y los árboles!».

En cambio Gen no Naishi, denominada aquí la Honorable Abuela, aunque vuelve a coquetearle, no se deja deslumbrar como antes. Usa su acostumbrada impertinencia para hacerle ver que el tiempo es inexorable, incluso para él. Como si se tratara de un espejo, le devuelve de manera realista la posibilidad de perder la belleza, de deteriorarse, de no volver a ser nunca más el mismo. Con una boca desdentada, le dice «Siempre me quejé...», haciendo alusión a un poema que se completa así: «Siempre me quejé de mi triste suerte, y sin embargo ahora debo gemir por la tuya» (nota 17, cap. 20, edición de Atalanta). Su percepción de la vejez no va de acuerdo con la estética del asombro, sino que apela a lo grosero de dicha circunstancia.

En esta ocasión, además del rechazo que le sigue produciendo la vieja, Genji expresa compasión hacia ella, con lo cual deja ver su naturaleza magnánima. Además, recuerda el gesto compasivo de Ariwara no Narihira, en el Ise Monogatari o Cuentos de Ise, una obra japonesa del siglo X, hacia la mujer mayor que quería ser amada: «Habitualmente, los hombres son amables con las mujeres que les gustan y no hacen el menor caso de las que no les gustan, pero el corazón de Narihira no hacía este tipo de distinciones».


Anciana, de Eisaku Wada (1874-1959)


La vejez no tiene nada de sutil

La nobleza Heian no solo consideraba indebida la conducta sexual de Gen no Naishi, también su vejez. Que muchos pájaros, hasta algunos polluelos, visitaran su bosque de hierbas mustias es motivo de censura que se logra mediante la ridiculización del personaje. Este mecanismo apela al cuerpo como un elemento sobre el cual no debe llamar la atención una mujer mayor. A las ojeras y patas de gallo con que el narrador describe a Gen no Naishi, hoy agregaríamos manchas, piel de naranja, alas de murciélago, líneas de marioneta y hasta los denominados «efectos de la gravedad» por los cuales, según las industrias cosmética y del acondicionamiento físico, debe sentirse vergüenza.

También hay obras en que el efecto humorístico producido por una vieja se da porque sí, por su sola presencia. En un cuento japonés titulado «El teniente que arrancó la flor de cerezo», de una colección de relatos cercanos a los siglos XII y XIII, el humor viene dado porque el protagonista, en lugar de raptar a la mujer deseada, se confunde y secuestra a la tía, una anciana que había tomado los hábitos.

En otros textos donde aparecen viejas, se han colado además reacciones como el desprecio en la invisibilidad que significa la piel de vieja del cuento «El yerno serpiente», la compasión en la actitud del protagonista del Ise Monogatari hacia la mujer mayor que deseaba ser amada y hasta el miedo a través de figuras como Oshiroibaba, un demonio con forma de anciana que roba la belleza de las mujeres jóvenes.

Y es que envejecer no tiene nada de sutil. Es, como dice Anna Freixas, «una actividad de riesgo en una sociedad sin alma». En su novela La carne, Rosa Montero habla de los «años del perro» para referirse al veloz deterioro que experimenta el ser humano a partir de la sexta década y a la acelerada posibilidad de estar haciendo algunas cosas por última vez. Esta situación se acentúa para las mujeres, a quienes desde una perspectiva social se considera viejas antes que a los varones.

Como hemos dicho, la lógica de la obra responde al contexto de la época Heian y va en el sentido de presentar un personaje como Gen no Naishi para promover, por contraste, los valores dominantes en la corte. Sin embargo, me gusta pensar que con ella se introduce un elemento carnavalesco que pone patas arriba un mundo donde las mujeres tienen poca cabida, donde la conducta sexual de estas se censura y controla fuertemente, mientras los varones con el Resplandeciente Genji a la cabeza tienen múltiples experiencias amatorias y se les sigue considerando dignos y hasta magnánimos. Me gusta pensar que, gracias a ese rasgo carnavalesco, una vieja puede expresar su deseo en contra de un orden que la reduce al ámbito de la fealdad, del mal gusto, de la indecencia, y oponer una cara realista, cruda, grotesca, a un universo donde la voz dominante es de una exquisitez que no favorece a todos por igual.

Referencias

Anónimo (2010/siglo XI). Cuentos de Ise. Trotta. (Trad. de Jordi Mas López.)

Anónimo (2021/circa 1150-1235). La dama que amaba los insectos y otros relatos breves del antiguo Japón. Satori. (Trad. y prólogo de Jesús Carlos Álvarez Crespo.)

Freixas, Anna (2014). Envejecer no es fácil siendo mujer.

https://www.ondacero.es/programas/te-doy-mi-palabra/ana-freixa-envejecer-facil-siendo-mujer_201403085542cdc90cf25695d42fb535.html

Freixas, Anna (2023, 30 de marzo). Podemos ser viejas con nuestras arrugas y canas y con glamur. La Vanguardia

lavanguardia.com/lacontra/20230330/8863521/anna-freixas-viejas-arrugas-canas-glamur.html

Gathen, Aileen (1986). Weird Ladies: Narrative Strategy in the Genji monogatari. Journal of the Association of Teachers of Japanese, 20(1), 29-48.

Montero, Rosa (2016). La carne. Alfaguara.

Sepulcre Domarco, María Luisa (2018). La estética de lo incompleto en La historia de Genji. Asiadémica. Revista Universitaria de Estudios sobre Asia Oriental, (11), 24-45.

Shikibu, Murasaki (2006). La historia de Genji. Atalanta. (Trad. Jordi Fibla.)

Shikibu, Murasaki (2019). La novela de Genji. Destino. (Trad. Xavier Roca-Ferrer.)

Yoshida, Luisa Nana (1991). Aspectos do grotesco presentes em Komjaku Monogatari e Uji Shûi Monogatari. Estudos Japoneses, (11), 59-71. 

https://doi.org/10.11606/ej.v0i11.142591

Créditos de imágenes

Abanico, de Yoshitoshi

https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Fan_-_Yoshitoshi_-_100_Aspects_of_the_Moon_-_5_(cropped).jpg

Monja anciana, de Hokusai

https://commons.wikimedia.org/wiki/File:An_old_woman,_perhaps_buddhism_nun_sits_and_a_young_woman_reads_something_to_her.jpg

Ilustración del Genji Monogatari

https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Ukiyo-e_Genji_Monogatari_Mus%.C3%A9e_Saint-Remi_928_1.jpg

Mujer con pipa, de Kuninao

https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Utagawa_Kuninao_-_Woman_with_Pipe.jpg

Anciana, de Wada

https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Old_Woman_by_Wada_Eisaku_(National_Museum_of_Modern_Art,_Tokyo).jpg










  DOS RÍOS: SU CENTRO HISTÓRICO A Rafael Méndez Mora,  mayordomo de la ermita  de San Francisco de Dos Ríos entre 1898 y 1900 En una entrada...